Una noche en la City

Llego a Oblix. El resto del grupo me está esperando en la barra. La banda de música ya está tocando. Tenemos mesa reservada, para ocho. La jefa de sala (lleva un vestido negro ajustado y un iPad en la mano) nos dice que nuestra mesa ya está lista. Me alegro cuando veo que la mesa es redonda y está al lado de las ventanas del fondo, con vista directa a Tower Bridge.

Para compartir pedimos: “tuna tartare, soft shell crab, grilled scallops, lobster ceviche and the truffle flat bread”. Suena “Le plus beau du quartier”.

Para beber sugiero un Sauvignon Gris de Cousiño Macul (la bodega de mi amigo Diego). De plato principal pido “black cod, no side”.

Hablamos sobre el último viaje de Nacho a Bora Bora. Dudo si merecen la pena las más de veinte horas de vuelo. ¿Mejor Maldivas? ¿Quizá ambos? Suena “Everlasting love” una versión parecida a la de Jamie Cullum. Brindamos, "porque cuando nos vaya mal, nos vaya como esta noche". Pedimos otra botella de vino, un par de postres para compartir y la cuenta. 95 libras por persona.

Llegamos a Arts Club, una townhouse reformada en Mayfair. Es un members only (yo no lo soy, pero si te aceptan son 2.000 libras al año). Voy a la sala de abajo, directo a la barra. Me encuentro con Matt, trabaja en el mismo departamento que yo pero él es Director de Ventas. Lleva un Audemars Piguet Royal Oak Offshore. Me cuenta que su novia le ha echado de casa –de su propia casa– y lleva 3 semanas viviendo en The Dorchester. Pido un pisco sour, me recuerda a mi último viaje a Chile con Julio y Borja. Son 15 libras. Es bueno, pero no tanto como el de Coya. Veo que Matt está pagando con tarjeta, una Amex Centurion.

Vuelvo con mi grupo, está con ellos Rodrigo. Lleva un Rotonde de Cartier y corbata Hermès. Me recomienda invertir en Ibiza, los números para comprar casa en Londres no salen pero en Ibiza sí. Él ya ha comprado dos. Seguimos en las mesas de abajo, algunos bailando y otros hablando. Suenan canciones de Jay Z, Kanye, Alicia Keys, Beyoncé. Todo muy Rap - R&B, demasiado para mi gusto. Miro el reloj, llevo casi 24 horas despierto. Suficiente por hoy. Me despido uno por uno.

Vuelvo a casa, caminando. Sin darme cuenta estoy silbando “Come fly with me”, pensando en dejar todo esto e instalarme en la playa.